martes, 21 de agosto de 2012


TANGO, DE AMARGO Y  AZUL

Perfumes que flotan en los entresijos del aire
Con la blanda dejadez de una música lejana.
Ya crecen las cepas de un ácrído y lluvioso viento,
Pero aún quedan en los rancios portales aldabas de soles
Que evocan canciones que perduran en la mente
Como un poderoso oleaje de sempiternas esperanzas…

Tango amargo, de tarde de invierno, rota y gris.
Bullir de rosas de carnes nuevas que se abrazan,
Que se hieren con las erizadas crines del deseo
Sobre las acristaladas jambas de sueños inconfesos.
En un cafetín de moda de la Argentina calle Corrientes…
Suenan las notas de un viejo y emotivo tango porteño.
 Y un maduro galán, alto y esbelto, como una cinta
De hierba que agitara el viento de la pampa,
 Se levanta de su mesa con estudiado apresto,
Apurando, al hacerlo, los últimos sorbos
Que contienen una copa de Champán francés.
Sin alterarse, se alisa el moreno y engominado cabello
Y con paso, sonoro y firme, se dirige a un velador...
Antes, sus miradas se habían cruzado y asentido.
Ella, se enerva y admirando la apostura del hombre
Se yergue, se estira la negra y ceñida falda
Y el estrecho tops de verdes y relucientes lentejuelas
  Exhibiendo con estudiada y femenina elegancia,
 La exquisitez indomable de cada perfecta curva
 Que conforman el conjunto de su joven cuerpo,
Cuerpo turgente de hembra brava, y con gatuno andar
Inicia sus pasos hacia Él, enfundados sus pies
En  unos altos y rojos zapatos con tacón de aguja…

Ambos se miran de frente por unos segundos, luego
Lentamente, al lánguido son de la música se abrazan,
Inmersos, como hipnotizados, fijos el uno del otro.
Se cimbrean, quedos, con parsimonia, suavemente,
Luego, en seco girar, sus cuerpos se rizan en sierpe llama,


Estrechándose con ardor como un imán a otro imán,
Y, a modo de cuerdas de arpa, aletean, y se aprietan
  Como lluvia a la tierra y sus brazos y manos se abarcan
Y se atan ante la cadencia de una voz con sabor de ayeres.
De algún opaco rincón ya acelera la música su despertar
Envolviendo al gran salón con sus notas desgarradas
El bandoneón llora y gime, gime nostalgias y desamores,
E irremediablemente, surge en neblina ¡La magia del Tango!..

La segura mano del hombre, firme cayado, guía a la mujer,
Y sin pronunciar palabra; las turgentes piernas de ella,
Enfundadas en finas medias de ceniciento y caro nylon,
Enlazan a las de Él, que viste un bien cortado traje marengo…
Se enroscan y se desenroscan en unos arabescos exquisitos
En una difícil y recreada sincronía de estética belleza.
Haciendo que vibren las pulidas maderas del señero salón.
Muslos con muslos, se entrelazan, se arquean, se separan,
Se aprisionan, se adivinan y con elegancia, se juntan y se alejan…
La pareja se sumerge en vertiginosos y medidos compases
Llenos de mutuo sometimiento, de dolor, de ansia y de locura.
Más que bailar, diríase que deambulan y flotan sin cesar,
Ajenos en su desnudo deseo, en su drama a todos y a todo
Cuanto de humano y de divino de la noche les envuelve…

Sigue sonora y modulada la voz varonil, cantando condenas
Del amor dejado, del amor imposible, de amor infiel.
Sentencias y  añoranzas de la querida y anciana vieja
Que, sin saberlo, se les fue quebrando dentro de su pecho,
Y con ella, ilusiones descalzas y hambrientos sentimientos;
Por ello, el bandoneón hermano, es cual una espina que llora…

Sigue el Tango; alientos entremezclados e incansables giros
De cintura, juntos y sudorosos los rostros; semblantes serios
Empapados de dulce ardor entre miradas pérdidas, lejanas,
Con un trasfondo de lamento y de pudorosa melancolía.
Rictus de puñal en los labios, y cristal de finísima lágrima
En la negrura siempre incierta de los entrecerrados ojos…



Por la puerta del Café Tortoni, salen borbotones del humo
Azuloso y espeso de los cigarrillos. Dentro, nuestro porteño
Y viejo Tango, parece hacer desangrar aun más las penas
Propias y ajenas  y las tragedias de unos seres, al tiempo
Que los envuelve con dejadez, en un lamento salobre y recio,
En la vertiginosa espiral de un eterno y sensual misterio…

  Medra el negro ritme sobre arco glauco de unos femeniles ojos
 A la par que un rictus varonil se espeja en el fondo de una copa,
  Arropando así el frío del alba en el crudo invierno platense
 Teñido de girones de celos y de esperas, de sueños mal tapados
 De de unos seres de continuo e incoherente deambular,
   noctámbulos bajo las maulas Lunas y añosos faroles de neón.

   Pero el tango, el viejo y querido tango porteño, es algo más
 Que una danza, que un baile, que un ritmo seco y febril,
 Es el  sentimiento hecho raíz  pureza cuando una música
 Plena de vórtices difíciles, con lamentos desposados entre sí,                                Une a un hombre y a una mujer, en un embriagante perfume
 Que habla entre goterones de arpegios, de todo un tiempo
Y de un destino escrito en las delebles cadenas de la vida,
Gritándole esta, desde los pávidos entresijos del pecho, una fe
Que  se enganchó en las argentinas alambradas de la noche…

 ¡Ay, Tango, Tango amigo, siempre vestido de amargo y azul!

                                                . . . . . . .



                                       Autor: Manuel Ángel Pérez del Moral
                                       En Écija en el mes de Julio del año 2012.

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