jueves, 30 de agosto de 2012


                                              VICTIMARIO

  A veces la sinrazón va mutilando lo perfecto,
la victima; Es esa ambigüedad gris y resignada.

Se busca, con ahínco de druida, paisajes de sol
en la espiral de una pesadilla de muecas repetidas.

Se deshace toda piedra en un mundo sin pretérito,
en el cual, la ausencia, es la viuda de los recuerdos.

El hombre, hecho a sí mismo, no quiere floresta,
sólo pregones de carnes nuevas y zalemas serviles.

Grandes y tumultuosas ciudades: Bellos desiertos,
con pasarelas para siluetas con antifaz de mariposa.

No hay saliva en los labios, sin una gota de acíbar,
ni en los ojos piedad, ante un tenebrario de ruegos.

No ser nada  en todas partes, es caro esnobismo,
como lo es, lo homofóbico, en sus lúbricos vórtices.

Todos deberíamos tener nuestro propio Tiberiades
para poder creer sin necesidad de barca ni de redes.

Cipreses de cemento, van buscando Cielos blancos, 
hay muchos llantos vertidos para viejas gárgolas.

El noble lego, ve signos en las palomas de Dodona,
las mismas, que soles de arena van desangrando.

Arrostraré toda culpa y eximiré de ella al aedo,
por no recitarme romances donde desnuda su penas.

                         Se necesitará viva llama  cuando el humano dolor
muerda en el silencio, la voz de un mundo  roto…









                               ENCUENTRO DE SILENCIOS

                                      Silencio, que triste acudes,
                                    a esa boca ya cansada,
                                   a ese cariño vendido,
                                   a esa causa abandonada.
                                   a ese rencor entre hermanos,
                                   a ese tesón sin mañana,
                                    a esa torpeza de miras,
                                    a esa verdad inmolada...
                                        Silencio, que triste acudes,
                                   cuando al pobre se le aparta,
                                    cuando la fe se nos va,
                                   cuando calcinan  las llamas,
                                   cuando los ojos no vuelan,
                                   cuando encendemos la rabia,
                                   cuando nos ata el placer,
                                   cuando al amor se le calla...
                                       Silencio,  que triste acudes,
                                   ante la humildad vejada,
                                   ante la risa fingida
                                   ante la envidia de zarza,
                                   ante la sed de matar,
                                   ante la  ira descalza,
                                   ante la zarpa del hambre
                                   ante la sangre que clama...
                                      Silencio,  que triste acudes,
                                   tras una frase que amarga,
                                   tras una injuria vertida,
       tras una voz sin templanza,
                                   tras una culpa escondida,
                                   tras una flor marchitada,
                                   tras una causa perdida,
                                   tras una vida, sin alma...

                             FIEBRE
                                  1
Desolado y abatido estoy, en mi prisión echa de pétalos
Y de espinas, aun siendo el dueño y señor de la rosa.
                                  2
Tu desdén no te da derecho a erigir un regio catafalco
A mi ignorancia, por mor en mi afán de ser yo mismo
                                  3
He comprendido que no existen ni verjas de hierro,
Ni otras barreras, para impedir que nos abatan los amargos
Y viejos recuerdos.
                                  4
No busco tu absolución cuando te agreda la onminiciosa
Austeridad de mis silencios.
                                  5
Enclaustraste aquello que no fue, tanta era tu certeza,
Y no reparaste que al mismo tiempo era tu lastre.
                                  6
Busco a ese Ángel Caído, que, como yo, pueda comprender
El alcance de los humanos sufrimientos.
                                  7
Deseo encontrar un árbol que me dé asilo con sus ramas,
E iniciar el camino a ninguna parte en compañía de unas
Sombras más livianas.
                                  8
¡Oh sarmentoso cuerpo de aquél de longeva edad! filosofo sincero,
Al que las horas y los días consumidos, le hicieron ver en ojo
 Ajeno, el propio teatro de su vida.

                                  9
Dejadme que busque por esos mundos desconocidos,
La verdadera libertad, esa que nadie encuentra  y que está
dentro del pecho.
                                  10
Ayúdame a buscar la puerta de la  esperanza, sé que tú tienes
la llave, al menos eso me dijeron aquellos a quienes diste
Sapientes motivos para vivir.
                                   11
Cansado de ser yo mismo, me dejé caer sobre un lecho
De realidades y no pude dormir, debido al tremendo bullicio
De tantas y tantas enclaustradas desilusiones.
                                   12
A fuerza de mirarme en la albura de una cuartilla, hice unos poemas
De nieve, pero se derritieron; quizás puse demasiado calor en cada verso.
                                   13
Entre mis deseos y tus penas, irremisiblemente siempre se interpone
Ante ambos, el delicado cristal de una lágrima.




                                    14
Las dalias delicadas de tu pecho, florecerán en la nueva primavera
Y los labios de ardientes soles bajaran presurosos para besarlas.
                                    15
Te  pregunto, incansablemente; ¿Quieres ser estío? ¿Quieres se nieve?
¿Quieres ser tierra? ¿Quieres ser agua? ¿Quieres ser fuego?
¿Quieres ser viento? ¿Quieres ser calma? ¿Dime, qué quieres?...
Y tú siempre me respondes lo mismo: Quiero ser, música azul.
                                    16
Suena el reloj de la torre, es invierno y el frío cortante me atraviesa
El cuerpo como una fina daga; Más no siento dolor alguno, tan solo,
El sinuoso resbalar por mi rostro de doce gotas de escarcha.
                                    17
No te importe encerrar en la cárcel de la noche, mis esfuerzos y sudores,
Sabiendo que por asaz, soy proclive a toda tristeza y desventura.
                                    18
Ayer oí trinar los pájaros en los opalescentes perfiles del amanecer
 Mientras mis adormilados ojos aun vestían verdes saudade de mar.
                                    19
El perro lamía insistente, la mano de su dueño, para sacar de este,
Una corta y sencilla caricia, más,  en vano; la mano estaba casi yerta,
Pero su rostro esbozó, para tan fiel compañero, con dolorosa mueca,
Una última sonrisa de ternura.
                                     20
Entre cuatro paredes de viento, mi alma canta, nadie la escucha
Y menos cuando la música de la lluvia es un arpa desafinada que no
                   Entiende de arpegios de ilusiones de juventud.
                                      21
Camino adelante, la tarde se pierde, camino adelante, asoma la Luna,
También mis venas, camino adelante, buscan el calor de un abrazo-niño.
                                      22
Recita por mí, poeta, mis primeros amores, cuenta los dulces versos
Que le hice a unos labios que ya callan bajo el mármol y los crisantemos.
                                       23
Cual esos copos de nieve que hacen tiritar en la rama a la vieja paloma,
Así es como te ven mis ojos, al despedirte en un andén, ante un rápido tren
Que partió y se perdió a lo lejos, llevando un apretado y sonoro equipaje
De imposibles promesas.
                                        24
Se palpan anillos de sigilos, entre la distancia de un alba a otro alba.
                   Miro al suelo y distingo una vivísima mota de luz, la recojo, es como un          
                   Pétalo de flor. Quizás, me pregunto, sea una gota de amor desprendida
De una de las rosas del alma…

martes, 21 de agosto de 2012


                     REFLEJOS  Y SUSURROS


  Un reflejo, un susurro, una espera,
una puerta  entreabierta e inoportuna,
mensajera de los ecos donde ayuna
el suspiro que en la boca se aligera.

  Se desliza la mano que meciera
desde el alba el borde de la cuna
tapando los adioses de una Luna
que entre gasas de nubes se escondiera.

  El ángel que hay en ellas se ha quedado
dormido, todo ajeno tras su llanto
que sonrosa su cara finamente.

  La luz entra en la alcoba con cuidado
cesando la campana ya su canto
y en medio de esta paz, reza la fuente...

  de Antología Poética (2010).


                     TEMPLANZAS
Sopla el viento con terquedad en el añoso marco
De la ventana, como el unísono y ruidoso aleteo
De una gran banda de pájaros asustados.

Quisiera huir, perderme  en la mayestática lejanía
Teniendo detrás a un sol, que como yo, va escapando
 Cada rojo atardecer de un irremediable ocaso.

Mis ayeres y mis mañanas seguirán siendo
Entre siringas de luz, tardías bodas de latón ante
El resbaladizo talmud de mi presente.

Todos nos jugamos la vida en el gran tablero
De nuestra existencia. Unos, con más suerte
Que otros, tienen más difícil que les den gambito
O jaque-mate, y los más, solo tenemos el frágil
Respaldo de la propia sombra.

Toda buena obra de arte requiere habilidad
Y conocimiento, un don del que yo carezco,
Nunca podre ser artista en nada, lo reconozco,
Y por eso no comprendo, como hay tantos artistas,
Cual lo son, los imitadores y los de hueras palabras.

 Ironizaba una joven casadera, delante del espejo,
-Contra más atenta observo mi cuerpo, mas arrugas
Me voy descubriendo en él, con el paso de los días.
-Dicen que la arruga embellece. Quisiera aceptarlo, 
Y nos obstinamos en que el espejo haga milagros,
Siempre remisos perecer en el holocausto de los años

Admirado estoy de esas gentes que mienten con tanta
Contundencia y aplomo tal, que me tienen fascinado.
Creo que deberían de erigirle una estatua a cada uno
De ellos en una plaza ¡Pero sería la plaza de estatuas
Más grande del mundo!

Como reseca támara de olivo soy, y esta arde con harta
Facilidad ante el fuego de una ilusión y máxime, cuando
Algo o alguien traspasan el umbral de mis sentimientos.

Entre mis manos, hoy gravita una agrisada pesadumbre;
Las siento húmedas y frías ¿Será acaso, que al llevarlas
A mis ojos, habrán quedado untadas de un llanto-niño?






La desnudez del cuerpo, para algunos es menos
Vergonzosa que la del alma; sobre todo para quienes
 Hacen un escudo de esta, y así con este, no dañarse
Por eso cuando a veces se nos rompe ese escudo
Aun más nos desnudamos por dentro ante los demás.

La dicha de ver cada día la luz del sol, no debe nunca
Desdibujar  una mirada grave; inmersa esta, en su motivo.
La vida es una gasa extendida y todos nos vestimos de ella.

Ningún ser humano podrá jamás conseguir que una rosa
Le descifre su secreto. Ni siquiera las rimas becquerianas,
                          Con el bello y exultante numen de su autor lo lograrían.
                          La rosa es, y será con su espina, como el amor al alma...         
                                                              . . . . . . .


TANGO, DE AMARGO Y  AZUL

Perfumes que flotan en los entresijos del aire
Con la blanda dejadez de una música lejana.
Ya crecen las cepas de un ácrído y lluvioso viento,
Pero aún quedan en los rancios portales aldabas de soles
Que evocan canciones que perduran en la mente
Como un poderoso oleaje de sempiternas esperanzas…

Tango amargo, de tarde de invierno, rota y gris.
Bullir de rosas de carnes nuevas que se abrazan,
Que se hieren con las erizadas crines del deseo
Sobre las acristaladas jambas de sueños inconfesos.
En un cafetín de moda de la Argentina calle Corrientes…
Suenan las notas de un viejo y emotivo tango porteño.
 Y un maduro galán, alto y esbelto, como una cinta
De hierba que agitara el viento de la pampa,
 Se levanta de su mesa con estudiado apresto,
Apurando, al hacerlo, los últimos sorbos
Que contienen una copa de Champán francés.
Sin alterarse, se alisa el moreno y engominado cabello
Y con paso, sonoro y firme, se dirige a un velador...
Antes, sus miradas se habían cruzado y asentido.
Ella, se enerva y admirando la apostura del hombre
Se yergue, se estira la negra y ceñida falda
Y el estrecho tops de verdes y relucientes lentejuelas
  Exhibiendo con estudiada y femenina elegancia,
 La exquisitez indomable de cada perfecta curva
 Que conforman el conjunto de su joven cuerpo,
Cuerpo turgente de hembra brava, y con gatuno andar
Inicia sus pasos hacia Él, enfundados sus pies
En  unos altos y rojos zapatos con tacón de aguja…

Ambos se miran de frente por unos segundos, luego
Lentamente, al lánguido son de la música se abrazan,
Inmersos, como hipnotizados, fijos el uno del otro.
Se cimbrean, quedos, con parsimonia, suavemente,
Luego, en seco girar, sus cuerpos se rizan en sierpe llama,


Estrechándose con ardor como un imán a otro imán,
Y, a modo de cuerdas de arpa, aletean, y se aprietan
  Como lluvia a la tierra y sus brazos y manos se abarcan
Y se atan ante la cadencia de una voz con sabor de ayeres.
De algún opaco rincón ya acelera la música su despertar
Envolviendo al gran salón con sus notas desgarradas
El bandoneón llora y gime, gime nostalgias y desamores,
E irremediablemente, surge en neblina ¡La magia del Tango!..

La segura mano del hombre, firme cayado, guía a la mujer,
Y sin pronunciar palabra; las turgentes piernas de ella,
Enfundadas en finas medias de ceniciento y caro nylon,
Enlazan a las de Él, que viste un bien cortado traje marengo…
Se enroscan y se desenroscan en unos arabescos exquisitos
En una difícil y recreada sincronía de estética belleza.
Haciendo que vibren las pulidas maderas del señero salón.
Muslos con muslos, se entrelazan, se arquean, se separan,
Se aprisionan, se adivinan y con elegancia, se juntan y se alejan…
La pareja se sumerge en vertiginosos y medidos compases
Llenos de mutuo sometimiento, de dolor, de ansia y de locura.
Más que bailar, diríase que deambulan y flotan sin cesar,
Ajenos en su desnudo deseo, en su drama a todos y a todo
Cuanto de humano y de divino de la noche les envuelve…

Sigue sonora y modulada la voz varonil, cantando condenas
Del amor dejado, del amor imposible, de amor infiel.
Sentencias y  añoranzas de la querida y anciana vieja
Que, sin saberlo, se les fue quebrando dentro de su pecho,
Y con ella, ilusiones descalzas y hambrientos sentimientos;
Por ello, el bandoneón hermano, es cual una espina que llora…

Sigue el Tango; alientos entremezclados e incansables giros
De cintura, juntos y sudorosos los rostros; semblantes serios
Empapados de dulce ardor entre miradas pérdidas, lejanas,
Con un trasfondo de lamento y de pudorosa melancolía.
Rictus de puñal en los labios, y cristal de finísima lágrima
En la negrura siempre incierta de los entrecerrados ojos…



Por la puerta del Café Tortoni, salen borbotones del humo
Azuloso y espeso de los cigarrillos. Dentro, nuestro porteño
Y viejo Tango, parece hacer desangrar aun más las penas
Propias y ajenas  y las tragedias de unos seres, al tiempo
Que los envuelve con dejadez, en un lamento salobre y recio,
En la vertiginosa espiral de un eterno y sensual misterio…

  Medra el negro ritme sobre arco glauco de unos femeniles ojos
 A la par que un rictus varonil se espeja en el fondo de una copa,
  Arropando así el frío del alba en el crudo invierno platense
 Teñido de girones de celos y de esperas, de sueños mal tapados
 De de unos seres de continuo e incoherente deambular,
   noctámbulos bajo las maulas Lunas y añosos faroles de neón.

   Pero el tango, el viejo y querido tango porteño, es algo más
 Que una danza, que un baile, que un ritmo seco y febril,
 Es el  sentimiento hecho raíz  pureza cuando una música
 Plena de vórtices difíciles, con lamentos desposados entre sí,                                Une a un hombre y a una mujer, en un embriagante perfume
 Que habla entre goterones de arpegios, de todo un tiempo
Y de un destino escrito en las delebles cadenas de la vida,
Gritándole esta, desde los pávidos entresijos del pecho, una fe
Que  se enganchó en las argentinas alambradas de la noche…

 ¡Ay, Tango, Tango amigo, siempre vestido de amargo y azul!

                                                . . . . . . .



                                       Autor: Manuel Ángel Pérez del Moral
                                       En Écija en el mes de Julio del año 2012.

lunes, 13 de agosto de 2012

Ya ves qué de sencillo
es el quid de la verdad
que a todos diera
y que sólo en ti,
de veras reflejé,
en cada atardecer
de primavera...

Del libro Desde el alba