jueves, 30 de agosto de 2012


                             FIEBRE
                                  1
Desolado y abatido estoy, en mi prisión echa de pétalos
Y de espinas, aun siendo el dueño y señor de la rosa.
                                  2
Tu desdén no te da derecho a erigir un regio catafalco
A mi ignorancia, por mor en mi afán de ser yo mismo
                                  3
He comprendido que no existen ni verjas de hierro,
Ni otras barreras, para impedir que nos abatan los amargos
Y viejos recuerdos.
                                  4
No busco tu absolución cuando te agreda la onminiciosa
Austeridad de mis silencios.
                                  5
Enclaustraste aquello que no fue, tanta era tu certeza,
Y no reparaste que al mismo tiempo era tu lastre.
                                  6
Busco a ese Ángel Caído, que, como yo, pueda comprender
El alcance de los humanos sufrimientos.
                                  7
Deseo encontrar un árbol que me dé asilo con sus ramas,
E iniciar el camino a ninguna parte en compañía de unas
Sombras más livianas.
                                  8
¡Oh sarmentoso cuerpo de aquél de longeva edad! filosofo sincero,
Al que las horas y los días consumidos, le hicieron ver en ojo
 Ajeno, el propio teatro de su vida.

                                  9
Dejadme que busque por esos mundos desconocidos,
La verdadera libertad, esa que nadie encuentra  y que está
dentro del pecho.
                                  10
Ayúdame a buscar la puerta de la  esperanza, sé que tú tienes
la llave, al menos eso me dijeron aquellos a quienes diste
Sapientes motivos para vivir.
                                   11
Cansado de ser yo mismo, me dejé caer sobre un lecho
De realidades y no pude dormir, debido al tremendo bullicio
De tantas y tantas enclaustradas desilusiones.
                                   12
A fuerza de mirarme en la albura de una cuartilla, hice unos poemas
De nieve, pero se derritieron; quizás puse demasiado calor en cada verso.
                                   13
Entre mis deseos y tus penas, irremisiblemente siempre se interpone
Ante ambos, el delicado cristal de una lágrima.




                                    14
Las dalias delicadas de tu pecho, florecerán en la nueva primavera
Y los labios de ardientes soles bajaran presurosos para besarlas.
                                    15
Te  pregunto, incansablemente; ¿Quieres ser estío? ¿Quieres se nieve?
¿Quieres ser tierra? ¿Quieres ser agua? ¿Quieres ser fuego?
¿Quieres ser viento? ¿Quieres ser calma? ¿Dime, qué quieres?...
Y tú siempre me respondes lo mismo: Quiero ser, música azul.
                                    16
Suena el reloj de la torre, es invierno y el frío cortante me atraviesa
El cuerpo como una fina daga; Más no siento dolor alguno, tan solo,
El sinuoso resbalar por mi rostro de doce gotas de escarcha.
                                    17
No te importe encerrar en la cárcel de la noche, mis esfuerzos y sudores,
Sabiendo que por asaz, soy proclive a toda tristeza y desventura.
                                    18
Ayer oí trinar los pájaros en los opalescentes perfiles del amanecer
 Mientras mis adormilados ojos aun vestían verdes saudade de mar.
                                    19
El perro lamía insistente, la mano de su dueño, para sacar de este,
Una corta y sencilla caricia, más,  en vano; la mano estaba casi yerta,
Pero su rostro esbozó, para tan fiel compañero, con dolorosa mueca,
Una última sonrisa de ternura.
                                     20
Entre cuatro paredes de viento, mi alma canta, nadie la escucha
Y menos cuando la música de la lluvia es un arpa desafinada que no
                   Entiende de arpegios de ilusiones de juventud.
                                      21
Camino adelante, la tarde se pierde, camino adelante, asoma la Luna,
También mis venas, camino adelante, buscan el calor de un abrazo-niño.
                                      22
Recita por mí, poeta, mis primeros amores, cuenta los dulces versos
Que le hice a unos labios que ya callan bajo el mármol y los crisantemos.
                                       23
Cual esos copos de nieve que hacen tiritar en la rama a la vieja paloma,
Así es como te ven mis ojos, al despedirte en un andén, ante un rápido tren
Que partió y se perdió a lo lejos, llevando un apretado y sonoro equipaje
De imposibles promesas.
                                        24
Se palpan anillos de sigilos, entre la distancia de un alba a otro alba.
                   Miro al suelo y distingo una vivísima mota de luz, la recojo, es como un          
                   Pétalo de flor. Quizás, me pregunto, sea una gota de amor desprendida
De una de las rosas del alma…

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