FIEBRE
1
Desolado y
abatido estoy, en mi prisión echa de pétalos
Y de espinas, aun
siendo el dueño y señor de la rosa.
2
Tu desdén no te
da derecho a erigir un regio catafalco
A mi ignorancia,
por mor en mi afán de ser yo mismo
3
He comprendido
que no existen ni verjas de hierro,
Ni otras
barreras, para impedir que nos abatan los amargos
Y viejos
recuerdos.
4
No busco tu
absolución cuando te agreda la onminiciosa
Austeridad de
mis silencios.
5
Enclaustraste
aquello que no fue, tanta era tu certeza,
Y no reparaste
que al mismo tiempo era tu lastre.
6
Busco a ese
Ángel Caído, que, como yo, pueda comprender
El alcance de
los humanos sufrimientos.
7
Deseo encontrar
un árbol que me dé asilo con sus ramas,
E iniciar el
camino a ninguna parte en compañía de unas
Sombras más
livianas.
8
¡Oh sarmentoso
cuerpo de aquél de longeva edad! filosofo sincero,
Al que las horas
y los días consumidos, le hicieron ver en ojo
Ajeno, el propio teatro de su vida.
9
Dejadme que
busque por esos mundos desconocidos,
La verdadera
libertad, esa que nadie encuentra y que
está
dentro del pecho.
10
Ayúdame a buscar
la puerta de la esperanza, sé que tú
tienes
la llave, al
menos eso me dijeron aquellos a quienes diste
Sapientes motivos
para vivir.
11
Cansado de ser
yo mismo, me dejé caer sobre un lecho
De realidades y
no pude dormir, debido al tremendo bullicio
De tantas y
tantas enclaustradas desilusiones.
12
A fuerza de
mirarme en la albura de una cuartilla, hice unos poemas
De nieve, pero
se derritieron; quizás puse demasiado calor en cada verso.
13
Entre mis deseos
y tus penas, irremisiblemente siempre se interpone
Ante ambos, el
delicado cristal de una lágrima.
14
Las dalias
delicadas de tu pecho, florecerán en la nueva primavera
Y los labios de
ardientes soles bajaran presurosos para besarlas.
15
Te pregunto, incansablemente; ¿Quieres ser estío?
¿Quieres se nieve?
¿Quieres ser
tierra? ¿Quieres ser agua? ¿Quieres ser fuego?
¿Quieres ser
viento? ¿Quieres ser calma? ¿Dime, qué quieres?...
Y tú siempre me
respondes lo mismo: Quiero ser, música azul.
16
Suena el reloj
de la torre, es invierno y el frío cortante me atraviesa
El cuerpo como
una fina daga; Más no siento dolor alguno, tan solo,
El sinuoso
resbalar por mi rostro de doce gotas de escarcha.
17
No te importe
encerrar en la cárcel de la noche, mis esfuerzos y sudores,
Sabiendo que por
asaz, soy proclive a toda tristeza y desventura.
18
Ayer oí trinar
los pájaros en los opalescentes perfiles del amanecer
Mientras mis adormilados ojos aun vestían
verdes saudade de mar.
19
El perro lamía
insistente, la mano de su dueño, para sacar de este,
Una corta y sencilla
caricia, más, en vano; la mano estaba
casi yerta,
Pero su rostro
esbozó, para tan fiel compañero, con dolorosa mueca,
Una última sonrisa
de ternura.
20
Entre cuatro
paredes de viento, mi alma canta, nadie la escucha
Y menos cuando
la música de la lluvia es un arpa desafinada que no
Entiende de arpegios de ilusiones
de juventud.
21
Camino adelante,
la tarde se pierde, camino adelante, asoma la Luna,
También mis
venas, camino adelante, buscan el calor de un abrazo-niño.
22
Recita por mí,
poeta, mis primeros amores, cuenta los dulces versos
Que le hice a
unos labios que ya callan bajo el mármol y los crisantemos.
23
Cual esos copos
de nieve que hacen tiritar en la rama a la vieja paloma,
Así es como te
ven mis ojos, al despedirte en un andén, ante un rápido tren
Que partió y se
perdió a lo lejos, llevando un apretado y sonoro equipaje
De imposibles
promesas.
24
Se palpan
anillos de sigilos, entre la distancia de un alba a otro alba.
Miro al suelo y distingo una vivísima mota de
luz, la recojo, es como un
Pétalo de flor. Quizás, me
pregunto, sea una gota de amor desprendida
De una de las
rosas del alma…
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