TANGO, DE AMARGO Y AZUL
Perfumes que flotan en los entresijos del aire
Con la blanda dejadez de una música lejana.
Ya crecen las cepas de un ácrído y lluvioso
viento,
Pero aún quedan en los rancios portales aldabas
de soles
Que evocan canciones que perduran en la mente
Como un poderoso oleaje de sempiternas
esperanzas…
Tango amargo, de tarde de invierno, rota y
gris.
Bullir de rosas de carnes nuevas que se
abrazan,
Que se hieren con las erizadas crines del deseo
Sobre las acristaladas jambas de sueños
inconfesos.
En un cafetín de moda de la Argentina calle
Corrientes…
Suenan las notas de un viejo y emotivo tango
porteño.
Y un
maduro galán, alto y esbelto, como una cinta
De hierba que agitara el viento de la pampa,
Se
levanta de su mesa con estudiado apresto,
Apurando, al hacerlo, los últimos sorbos
Que contienen una copa de Champán francés.
Sin alterarse, se alisa el moreno y engominado
cabello
Y con paso, sonoro y firme, se dirige a un
velador...
Antes, sus miradas se habían cruzado y asentido.
Ella, se enerva y admirando la apostura del
hombre
Se yergue, se estira la negra y ceñida falda
Y el estrecho tops de verdes y relucientes
lentejuelas
Exhibiendo con estudiada y femenina
elegancia,
La
exquisitez indomable de cada perfecta curva
Que
conforman el conjunto de su joven cuerpo,
Cuerpo turgente de hembra brava, y con gatuno
andar
Inicia sus pasos hacia Él, enfundados sus pies
En unos
altos y rojos zapatos con tacón de aguja…
Ambos se miran de frente por unos segundos,
luego
Lentamente, al lánguido son de la música se
abrazan,
Inmersos, como hipnotizados, fijos el uno del
otro.
Se cimbrean, quedos, con parsimonia,
suavemente,
Luego, en seco girar, sus cuerpos se rizan en
sierpe llama,
Estrechándose con ardor como un imán a otro imán,
Y, a modo de cuerdas de arpa, aletean, y se aprietan
Como lluvia a la tierra y sus brazos y manos
se abarcan
Y se atan ante la cadencia de una voz con sabor
de ayeres.
De algún opaco rincón ya acelera la música su
despertar
Envolviendo al gran salón con sus notas
desgarradas
El bandoneón llora y gime, gime nostalgias y
desamores,
E irremediablemente, surge en neblina ¡La magia
del Tango!..
La segura mano del hombre, firme cayado, guía a
la mujer,
Y sin pronunciar palabra; las turgentes piernas
de ella,
Enfundadas en finas medias de ceniciento y caro
nylon,
Enlazan a las de Él, que viste un bien cortado
traje marengo…
Se enroscan y se desenroscan en unos arabescos
exquisitos
En una difícil y recreada sincronía de estética
belleza.
Haciendo que vibren las pulidas maderas del
señero salón.
Muslos con muslos, se entrelazan, se arquean,
se separan,
Se aprisionan, se adivinan y con elegancia, se
juntan y se alejan…
La pareja se sumerge en vertiginosos y medidos
compases
Llenos de mutuo sometimiento, de dolor, de
ansia y de locura.
Más que bailar, diríase que deambulan y flotan
sin cesar,
Ajenos en su desnudo deseo, en su drama a todos
y a todo
Cuanto de humano y de divino de la noche les
envuelve…
Sigue sonora y modulada la voz varonil, cantando
condenas
Del amor dejado, del amor imposible, de amor
infiel.
Sentencias y añoranzas de la querida y anciana vieja
Que, sin saberlo, se les fue quebrando dentro
de su pecho,
Y con ella, ilusiones descalzas y hambrientos sentimientos;
Por ello, el bandoneón hermano, es cual una
espina que llora…
Sigue el Tango; alientos entremezclados e
incansables giros
De cintura, juntos y sudorosos los rostros;
semblantes serios
Empapados de dulce ardor entre miradas
pérdidas, lejanas,
Con un trasfondo de lamento y de pudorosa melancolía.
Rictus de puñal en los labios, y cristal de
finísima lágrima
En la negrura siempre incierta de los
entrecerrados ojos…
Por la puerta del Café Tortoni, salen
borbotones del humo
Azuloso y espeso de los cigarrillos. Dentro,
nuestro porteño
Y viejo Tango, parece hacer desangrar aun más
las penas
Propias y ajenas y las tragedias de unos seres, al tiempo
Que los envuelve con dejadez, en un lamento
salobre y recio,
En la vertiginosa espiral de un eterno y
sensual misterio…
Medra el negro ritme sobre arco glauco de
unos femeniles ojos
A la par que un rictus varonil se espeja en el
fondo de una copa,
Arropando así el frío del alba en el crudo
invierno platense
Teñido
de girones de celos y de esperas, de sueños mal tapados
De de
unos seres de continuo e incoherente deambular,
noctámbulos bajo las maulas Lunas y añosos faroles
de neón.
Pero el tango, el viejo y querido tango
porteño, es algo más
Que una
danza, que un baile, que un ritmo seco y febril,
Es
el sentimiento hecho raíz pureza cuando una música
Plena de
vórtices difíciles, con lamentos desposados entre sí, Une a un hombre
y a una mujer, en un embriagante perfume
Que
habla entre goterones de arpegios, de todo un tiempo
Y de un destino escrito en las delebles cadenas
de la vida,
Gritándole esta, desde los pávidos entresijos
del pecho, una fe
Que se
enganchó en las argentinas alambradas de la noche…
¡Ay, Tango, Tango amigo, siempre vestido de
amargo y azul!
. . . . . . .
Autor: Manuel Ángel Pérez del Moral
En Écija en el mes de Julio del año 2012.